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miércoles, 14 de diciembre de 2011

ARAGÓN TAMBIÉN EXISTE (Arturo Pérez Reverte)

Hoy me he desayunado con el Heraldo de Aragón leyendo una noticia que me ha hecho atragantarme. En el municipio de Almazora (Castellón) han dedicado una Avenida a la Corona Catalano-Aragonesa. Sisi, en Valencia hablando de Corona Catalano-Aragonesa... indignante. Hace falta ser paleto e ignorante.

Ya sabéis que yo con estas cosas me enervo, y son varios los post que he escrito defendiendo la dignidad y historia de esta santa tierra con nombre de río llamada Aragón. Ahora mismo en mi Twitter he escrito una retahíla de verdades históricas, con la misión autoimpuesta de educar a los españoles en la verdad. Porque estoy harto de manipulaciones y de personajes que quieren someter y falsear la historia porque no les gusta el pasado. 

Podría seguir escribiendo dado que mi grado de indignación va en aumento, pero tal vez no me creáis ni me escuchéis a mí, al fin y al cabo ¿qué voz tengo yo para gritar y clamar por datos objetivos cuando está claro que soy subjetivo en la medida en la que soy aragonés y amo a mi tierra? La verdad es la verdad y yo no la oculto, y yo se la verdad y pregono la verdad. Pero si no me queréis creer a mí os dejo un artículo del año 2006 de Arturo Pérez Reverte, quien defiende la dignidad de la Corona de Aragón, aquella que existió y que subsiste hoy en día. Espero que lo leáis... y comprendáis.


ARAGÓN TAMBIÉN EXISTE

Aragón también existe. A pesar de la manipulación histórica de tantos timadores y mangantes. Que sí, hombre, que ya era hora. Que en toda esta lista de "los más vendidos", en este concurso inaudito de ignorancia, manipulación y mala fe a la hora de reinventar la Historia, uno está hasta la línea de flotación de oír siempre a los mismos, como si el resto hubiera oficiado de comparsas en la murga. 

Y hete aquí por fin que alguien reacciona como es debido, y dice venga ya, y decide que ya es hora de poner en su sitio a unos cuantos timadores y mangantes, de esos que les pagan pesebres a sus historiadores de plantilla para que descosan y vuelvan a coser la historia a medida, y luego la meten en los libros de texto y se montan unas películas que ya las hubiera querido Samuel Bronston. 

Eso mientras los que saben se callan, porque son unos mierdecillas, unos "vendidos", o por el qué dirán, o porque les interesa. Y de ese modo terminamos viviendo en una España virtual, que no la conoce ni la madre que la parió. 

Así que olé los huevos de Aragón, o de quien decidiera montar la exposición Aragón, reino y corona, que no sé si andará por alguna parte ahora, pero que durante el mes de mayo estuvo abierta en Madrid. 

En toda esa mentecatez de la que hablaba antes -ahora resulta que existió un imperio catalán que hasta hace cuatro días pasó inexplicablemente inadvertido a los historiadores, o que los irreductibles vascos nunca se mezclaron en las empresas militares ni comerciales españolas- Aragón había estado mucho tiempo callado, pese a tener muchas cosas que decir, o que matizar, desde aquel lejano siglo onceno en que Ramiro I, contemporáneo del Cid, sentaba las bases de un reino que abarcaría Aragón, Valencia, las Mallorcas, Barcelona, Sicilia, Cerdeña, Nápoles, Atenas, Neopatria, el Rosellón y la Cerdaña, y terminó formando la actual España en 1469, gracias al enlace entre su rey Fernando II de Aragón e Isabel, reina de Castilla. 

Ése es el hecho cierto, y no lo cambian ni el mucho morro ni el reescribir la Historia; incluido el manejo exclusivista y fraudulento de las famosas barras que eran Senyal real no de un reino o territorio, sino de una familia o casa reinante que, como matizó Pedro IV en el siglo XIV, tiene Aragón como título y nombre principal. Casa reinante que absorbió a la casa de Barcelona, extinguida en 1150 por mutua conveniencia y deseo del titular de esta última, el conde Ramón Berenguer; que al casarse con Petronila, hija de Ramiro el Monje, rey de Aragón, adquirió como propio un linaje superior, pero renunciando al suyo, no titulándose más que princeps junto a su esposa regina; de modo que el hijo de ambos, ya con Barcelona incorporada a la corona, se tituló rey de Aragón, y nunca de Cataluña. 
Por suerte no todos los archivos han caído en manos de quien yo me sé -tiemblo al pensar qué será de ellos-, y aún quedan documentos donde comprobar lo evidente. Que por cierto, en cuanto a la propiedad histórica de las famosas barras, no está de más recordar que en 1285 la crónica de Bernard Deslot precisaba aquello de: "No pienso que galera o bajel o barco alguno intente navegar por el mar sin salvoconducto del rey de Aragon, sino que tampoco creo que pez alguno pueda surcar las aguas marinas si no lleva en su cola un escudo con la enseña del rey de Aragón". 

Así que cómo me alegro, oigan, de que aquel digno y viejo Aragón olvidado, marginado, asfixiado por la perra política de este perro país, aún sea capaz de decir aquí estoy, desmintiendo a tanto oportunista y a tanto manipulador y a tanto mercachifle. 

Recordando que existió una corona aragonesa que constituyó el imperio más extenso del Occidente medieval, donde, bajo su nombre y sus barras, Aragón, Cataluña y Valencia compartieron aventuras, comercio, guerras e historia, enriquecieron sangres y lenguas con el latín, el catalán y el castellano, cartografiaron el mundo, construyeron naves, pasearon mercenarios almogávares y dominaron territorios que luego aportaron a lo que ahora llamamos España, con la manifestación de los fueros y libertades propios en aquella fórmula tremenda, maravillosa y solemne: el «si non, non» heredado de los antiguos godos, mediante el cual los nobles aragoneses -"que somos tanto como vos, y juntos más que vos"-, acataban la autoridad del rey de tú a tú, reconociéndolo sólo como "el principal entre los iguales". 

Por eso son buenas estas iniciativas y estas exposiciones y estas cosas. Son muy buenas, incluso higiénicas; y me sorprende que, como antídoto contra la manipulación y la desmemoria que están convirtiendo este lugar llamado España en una piltrafa y en una casa de putas insolidaria y estulta, no se les dediquen más esfuerzos, ocasiones y dinero. 

Por ejemplo, el que se ha utilizado en la imprescidible urgencia de sustituir La Coruña por A Coruña en los rótulos de las carreteras y auto-vías de toda España. Incluida, supongo, la N-340 a la altura de Chiclana. 

Arturo Pérez Reverte

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Las 13 virtudes de Benjamin Franklin

Benjamin Franklin vendría a ser el Leonardo Da Vinci de Estados Unidos, aunque tal vez se le recuerde más por su papel político como padre fundador del país norteamericano que como científico e inventor. Este reconocido masón, como la mayoría de los librepensadores que fundaron aquel maravilloso país en unos principios que poco a poco se están perdiendo, dejó para la historia sus Tablas de la Ley.

Franklin buscaba cultivar su carácter mediante un plan de trece virtudes que desarrolló en 1726, con 20 años de edad, y que continuó practicando de una forma u otra por el resto de su vida. A saber:

1. Templanza: No comas hasta el hastío, nunca bebas hasta la exaltación.
2. Silencio: Sólo habla lo que pueda beneficiar a otros o a ti mismo, evita las conversaciones insignificantes.
3. Orden: Que todas tus cosas tengan su sitio, que todos tus asuntos tengan su momento.
4. Determinación: Resuélvete a realizar lo que deberías hacer, realiza sin fallas lo que resolviste.
5. Frugalidad: Sólo gasta en lo que traiga un bien para otros o para ti; Ej.: no desperdicies nada.
6. Diligencia: No pierdas tiempo, ocúpate siempre en algo útil, corta todas las acciones innecesarias.
7. Sinceridad: No uses engaños que puedan lastimar, piensa inocente y justamente, y, si hablas, habla en concordancia.
8. Justicia: No lastimes a nadie con injurias u omitiendo entregar los beneficios que son tu deber.
9. Moderación: Evita los extremos; abstente de injurias por resentimiento tanto como creas que las merecen.
10. Limpieza: No toleres la falta de limpieza en el cuerpo, vestido o habitación.
11. Tranquilidad: No te molestes por nimiedades o por accidentes comunes o inevitables.
12. Castidad: Frecuenta raramente el placer sexual, sólo hazlo por salud o descendencia, nunca por hastío, debilidad o para injuriar la paz o reputación propia o de otra persona.
13. Humildad: Imita a Jesús y a Sócrates.


Franklin no trataba de trabajar en todas ellas al mismo tiempo. En lugar de esto, él trabajaba en una y sólo una cada semana, "dejando todas las demás a su suerte ordinaria". Aunque Franklin no vivió completamente según sus virtudes y, según él mismo admitía, incumplió sus preceptos muchas veces, él creía que el intentarlo lo hizo una mejor persona y contribuyó enormemente a su éxito y felicidad, por lo cual en su autobiografía (La vida privada de Benjamin Franklin), dedicó más páginas a este plan que a cualquier otro punto. Allí escribió: "Yo espero, por lo tanto, que alguno de mis descendientes pueda seguir el ejemplo y cosechar el beneficio"... difícil señor Franklin, pero muy loable.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

David Ogilvy, el auténtico Mad Men

Mad Men es una serie estadounidense que vive ya su cuarta temporada en antena cuya particularidad es que versa sobre el mundo de la publicidad en la Nueva York de los años 60. Es, en sí misma, una obra de arte y un reflejo perfecto de la sociedad de aquella época cuando las empresas empezaban a valorar la importancia de la comunicación y la publicidad. Y pese a que la serie es ficción, es totalmente real. Por ello me voy a permitir introducirles en la piel de un personaje que fue un auténtico Mad Men. No es otro que el rey de Madison Avenue, David Ogilvy, fundador de Ogilvy & Mather.

David Ogilvy nació en West Horsley, Inglaterra, en 1911. Con la Segunda Guerra Mundial emigró a los Estados Unidos y en el contexto de los inicios de las agencias de publicidad se acercó a Nueva York en 1948. Haciendo un repaso de su vida él mismo se caracterizó. Con 38 años de edad David se encontraba en el paro. Había salido de la Universidad sin llegar a graduarse y se había ganado la vida como podía: de cocinero, de vendedor, de agricultor, de diplomático... No tenía ni idea de mercadotecnia y nunca escribió un texto. Estaba interesado en la publicidad y dispuesto a trabajar por $5,000 dólares anuales.

Pero David Ogilvy tenía ambición y un cráneo privilegiado. Por ello fundó la agencia que se convertiría en Ogilvy&Mather. Lo hizo partiendo de cero, sin clientes y con sólo dos personas en su equipo, y construyó su compañía hasta convertirla en una de las ocho redes mundiales de publicidad más importantes del mundo. Hoy tiene 359 oficinas en 100 países.

Ogilvy & Mather se basó en los principios de David Ogilvy, particularmente en que la función de la publicidad es vender, y que la publicidad exitosa de cualquier producto se fundamenta en información acerca de su consumidor. Por ello los estudios previos de mercado y de consumo son clave del éxito.

De su legado, no podríamos dejar de mencionar su visión sobre el futuro de la publicidad donde predecía que sería el cliente quién elegiría por si mismo aquello que desearía ver y que el éxito de esta publicidad estaría focalizado y centrado en torno a los servicios y productos de entretenimiento donde añadía la posibilidad de compartir productos o información a cambio de recibir mensajes publicitarios.

Por último os dejamos un video de Ogilvy sobre el Marketing y la Publicidad que viene a decir que puede haber publicidad muy creativa pero que no vende. Por ello es un hecho que el Marketing necesita de una buena Publicidad para ser efectiva, y la Publicidad también necesita de un buen Marketing para alcanzar los objetivos: