lunes, 18 de octubre de 2010

Orgueilbell (Adelanto nº1)

Como alguno de los que me seguis sabéis, estoy escribiendo una novela de ciencia ficción desde hace varios meses. Actualmente tengo escritas ya 100 páginas pero el ritmo es lento, muy lento. A modo de obsequio, o de adelanto, iré cogiendo algunas partes del libro para plasmarlas aqui. Siento no incluiros el contexto para que podáis comprender mejor el trasfondo, pero me interesa que me critiquéis la parte literaria. Este extracto, por ejemplo, es muy descriptivo.

"Tim se despertó sobresaltado por el crujir de un poderoso trueno. Alzó la cabeza y a través del tembloroso ventanal azuzado por el viento solo pudo ver oscuridad, aunque estaba seguro que ya no era de noche. Se acercó más y pudo comprobar que el cielo asomaba completamente encapotado y sobre Zeris acechaba una siniestra y virulenta tormenta. El viento sometía a su voluntad a los árboles y a cualquier objeto o ser que osase inmiscuirse en su demostración de fuerza. El oleaje rompía con fuerza sobre los diques del puerto, destrozando embarcaciones y alzándose sobre la zona marítima inundando barracones y arrastrando herramientas y todo tipo de objetos. La lluvia caía veloz provocando torrentes en las calles más empinadas lindantes a la colina, remolcando barro, piedras y tierra y dejando sumergidas muchas zonas de la zona baja del pueblo.
Tim se alejó de la ventana, no sin sentir cierta atracción por tamaña manifestación de poder de la naturaleza y a la vez cierto temor por el peligroso temporal. “¿Estará bien Grac?” - Pensó con inquietud el joven, confiando en que un ser tan inteligente como él habría encontrado un cobijo seguro.
Desde luego el día no animaba a visitar a la aldea que había escogido para iniciar una nueva vida, así que se decidió a explorar la casa para cerciorarse de que estaba abandonada, no sin el temor de encontrarse algo funesto.
De la bodega subía una empedregada y estrecha escalera que daba a un recibidor angosto pero elegantemente decorado con flores secas y objetos artesanales de labranza. Enmarcando la sólida puerta principal había dos ventanas pequeñas ocultas bajo una trabajada costura de hilo, como las que Anala solía hacer para decorar su casa de Altalda.
De ahí subía otra estrecha escalera que conducía a una puerta negra ornamentada con lo que parecían ser pinturas de cereales, trigo y avena. Tras ella la sala principal, un cuarto espacioso y refinado presidido por una chimenea de piedra y mármol acampada entre una larga y rígida mesa de roble para ocho comensales y una gran cómoda. Del otro lado una mecedora, un banco y una mesilla terminaban de completar ese digno espacio. Viendo la casa tan limpia y cuidada Tim no podía explicarse porqué aquellos hombres creerían que la casa estaba maldita, el dueño no parecía ningún loco ni perturbado, es más, parecía la vivienda de una persona normal, adinerada y responsable.
La casa, de estructura muy vertical, seguía subiendo. Pasado el siguiente tramo de escaleras, donde un escalón destacaba por estar pintado de negro, había una pequeña cocina con otra chimenea, con maderos todavía aguardando en una esquina a ser quemados. A la izquierda había un horno metálico y más allá una amplia estantería con ollas, cacerolas, platos, vasos, jarras, tinajas y botas. Y junto a las escaleras del siguiente tramo había un amplio cuarto de baño, con una bañera de aluminio en el centro de la sala, un sanitario y una ancha caldera para almacenar agua y calentarla.
Finalmente en el último piso había dos salas, por un lado estaba el dormitorio, pequeño pero suficiente para una persona. Una cama de paja forrada y mantas y un armario de madera un tanto antiguo. Completaban el cuarto un espejo fracturado, unos abrigos esparcidos por el suelo, un orinal y una bolsa de agua en algún tiempo caliente. En el otro lado había una amplia despensa repleta de alimentos de larga conservación, como semillas, cereales, frutos secos, patatas, quesos y una gran colección de embutidos. De las vigas de madera colgaban perniles de jabalí puestos en adobo, piernas de cerdo ya curadas, chorizos, salchichones, morcillas, etc. Más allá había un pequeño nevero artesanal pero vacío, junto a unas tinajas de agua clara.
Tim sintió que podría acostumbrarse a vivir allí. Para ser una casa rural el lujo era máximo, pero a la vez se preguntaba ¿por qué alguien querría deshacerse de ese lugar, estando perfectamente amueblado y con reservas de alimentos caras e importantes? ¿y por qué quien hubiera comprado la casa no daba señales de vida? ¿Por qué la gente hablaba de que había magia negra allí? Todo parecía normal, más que normal. Idílico. Tim sin embargo se autoconvenció de que esa era una solución provisional, pero que antes de cuatro días debía buscar un nuevo techo bajo el que dormir.
Al joven le rugieron las tripas, y cuando estaba a punto de salir del granero se dio la vuelta y empezó a saborear algunos de esos manjares de pueblo. La comida le supo a gloria, y le hizo recordar a su hogar en Altalda, ese que ya parecía tan lejano en el tiempo y el espacio, ese que había visto arder y al que no podrá volver jamás. Y le recordó a sus abuelos, a todo lo que tenía en esta vida. Y recordó lo solo que estaba, no tenía a nadie. Y lloró, lloró mucho."

Orgueilbell, la idea original del libro y los personajes, están registrados y el autor se guarda todos los derechos.

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