sábado, 12 de diciembre de 2009

Muriendo lentamente, matando en silencio



Señores, el Real Zaragoza está muriendo lentamente sin que haya samaritanos para socorrerle, pero en esa lenta agonía aprovecha para matar en silencio. La escopeta está cargada y apunta a la cabeza de Marcelino, el entrenador de la ilusión, aquel que supo ganarse el cariño y la confianza de La Romareda, aquel que supo hacer bloque con un equipo muerto y logró el ascenso de categoría, aquel en el que todos creíamos porque sabía apartarse del cáncer que tiene ese club, ese que tiene despachos y el accionariado del club. Pero la metástasis termina siendo imparable, y el Zaragoza se muere. Se muere por varias razones, y siendo sinceros todos los estamentos son responsables, aunque veo evidente que esta muerte se basa en dos pilares: en la desastrosa dirección de los gestores, apoltronados y acomodados en lo alto, criticando en la distancia sin mancharse los impolutos trajes; y en otro odioso factor, la mala suerte. A la fortuna, caprichosa, no le gusta Zaragoza. Y si primero fue la lesión de larga duración de Uche, máximo goleador de la pretemporada, luego fueron otras más leves pero igualmente trascendentes, sumado a una horrible falta de puntería y graves desajustes en defensa. Esto ha hecho que el Zaragoza esté al borde del descenso de nuevo, y que el horizonte negro y borrascoso. ¿Qué devenir le aguarda a este club antaño grande? Negro panorama en lo deportivo, no hay más que ver la tabla y el resto de números. Pero lo que es más importante. Negro panorama en lo económico, donde ya de por sí la deuda millonaria del club es alarmante pero que sumado a un posible nuevo descenso haría que fuera más que probable la desaparición del club. Y negro panorama en lo social, donde los que tenemos corazón blanquillo no podemos más. Vemos cada partido de nuestro Zaragoza acompañado de nuestro cardiólogo, por el riesgo de infarto. La afición está cada vez más descontenta y hastiada, y solo pueden ocurrir dos cosas, que terminen por cerrar su corazón en un bloque de piedra, aceptando con resignación lo que venga, o que decidan hacerse oír y se produzca una revolución con trascendencias (cosa que desearía).

En definitiva, el Real Zaragoza, mi Zaragoza, nuestro Zaragoza, se está muriendo lentamente, pero mientras mata en silencio. Marcelino será la víctima más notable, pero ¿y la de corazones blanquillos que también están muriendo?... Ay... Un doctor ...

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