Hoy es un día para echar la vista atrás y recordar la más importante efeméride de 11-M en las últimas décadas: los atentados en los trenes de Madrid, el mayor número de muertos (191) por acto terrorista en la historia de nuestro país (sumado a 2000 heridos).
Hoy es un día pues para llorar, para que cada español se seque al menos 191 lágrimas. Yo recuerdo que aquel 11 de marzo de 2004 seguía acogiendo a Henri Pierre Duperret, un compañero de intercambio de Colombier en Brionnais, un pequeño pueblo entre Lyon y Dijon. Aquella mañana cuando entramos al coche rumbo al colegio Cristo Rey pusimos Los40Principales y en vez de escuchar música informaban en un avance de que había habido un atentado terrorista en Madrid donde se temía que hubieran muerto 8 víctimas en vagones de tren. Nos quedamos de piedra pero la sensación de angustia fue empeorando conforme avanzaba la mañana y se elevaban por decenas el número de muertos. Hasta tal punto llegó esa inquietud que suspendimos las clases y nos pusimos a ver la televisión en el colegio para estar informados. Cuando al mediodía vi las imágenes, ya imaginándome la magnitud de la tragedia, me puse a llorar. No conocía a nadie que hubiera sido afectado, pero desde la televisión veía a hermanos llorar, sangrar, dolerse, gritar, sofocarse... morir. Poco caso le hice aquel día a mi acompañante francés, la noticia era suficientemente trascendental como para olvidarme de todo. Creo que solo cuando ya avanzaba la tarde conseguí despegarme de la televisión para bajar a jugar a fútbol al parque de debajo de mi casa. Al día siguiente, o a los dos días (no recuerdo exactamente), fuimos a la Plaza del Pilar para mostrar nuestra repulsa frente al terrorismo de cualquier facción. No cabía un alfiler, quizás nadie hubiera notado nuestra ausencia si nos hubiéramos ido, pero había que estar ahí.
Aquellos días se me quedaron muy marcados y los sigo recordando muy cercanos. Lloré y temí. Ahora, cinco años después, este sigue siendo un día para llorar.
Pero hoy también es un día para seguir luchando, y para seguir luchando tenemos 191 motivos. Porque como aquel viernes todos nos echamos a la calle para protestar, ahora no debemos anestesiarnos ante la ausencia del terror para dejar de mostrar nuestro desprecio. Porque todos deben enterarse de que queremos un mundo en paz, un mundo donde la palabra de cada individuo decida, y no un arma cargada. Ha llegado el momento de que nosotros, los hombres y mujeres de a pie, la gente de bien, los obreros, los empresarios, los jóvenes, los viejos, todos nosotros, saltemos al unísono para tumbar la maldad de este mundo, para reclamar un mundo que de verdad nos pertenezca a quienes lo queremos, porque no deberían reírse de nosotros si soñamos con un planeta sin guerras, sin terrorismo, sin censura, sin opresión. Hoy es un día para recordar la injusticia más grande: la muerte no motivada, y ello debe darnos fuerza para invocar el espíritu de aquellos días y seguir gritando.
Y hoy, tristemente, es un día para avergonzarnos. Para avergonzarnos porque nuestra clase gobernante parece olvidarse de las víctimas y reducen los homenajes a meras ofrendas florares con unas cámaras de televisión delante. Para avergonzarnos porque ese pseudo homenaje, insuficiente pero no inexistente, no está exento de polémica porque el partido gobernante en España, el PSOE, ha impedido a los suyos que acudan al acto sólo porque han sido organizados por la Comunidad o el Ayuntamiento de Madrid, liderados por el PP. Señores políticos, las víctimas no entienden de partidos porque cualquier cosa vanal, ya sea política, deporte, religión, etc. es nada en comparación con una vida afectada o perdida. No hagan de la muerte inocente una baza electoral, no sean tan demagógos e hipócritas como para hace 5 años presidir una marcha de millones de personas en homenaje a las víctimas y ahora quedarse tranquilos en casa. No sean tan falsos, sobre todo señores del PSOE, como para después de haber cimentado su victoria electoral en 2004 en estos atentados, haber ahora olvidado a esas víctimas que tanto les importaban. No insulten nuestra inteligencia y, por favor, antepongan la cordura y la humanidad a toda estrategia política.
Hoy es un día pues para llorar, para que cada español se seque al menos 191 lágrimas. Yo recuerdo que aquel 11 de marzo de 2004 seguía acogiendo a Henri Pierre Duperret, un compañero de intercambio de Colombier en Brionnais, un pequeño pueblo entre Lyon y Dijon. Aquella mañana cuando entramos al coche rumbo al colegio Cristo Rey pusimos Los40Principales y en vez de escuchar música informaban en un avance de que había habido un atentado terrorista en Madrid donde se temía que hubieran muerto 8 víctimas en vagones de tren. Nos quedamos de piedra pero la sensación de angustia fue empeorando conforme avanzaba la mañana y se elevaban por decenas el número de muertos. Hasta tal punto llegó esa inquietud que suspendimos las clases y nos pusimos a ver la televisión en el colegio para estar informados. Cuando al mediodía vi las imágenes, ya imaginándome la magnitud de la tragedia, me puse a llorar. No conocía a nadie que hubiera sido afectado, pero desde la televisión veía a hermanos llorar, sangrar, dolerse, gritar, sofocarse... morir. Poco caso le hice aquel día a mi acompañante francés, la noticia era suficientemente trascendental como para olvidarme de todo. Creo que solo cuando ya avanzaba la tarde conseguí despegarme de la televisión para bajar a jugar a fútbol al parque de debajo de mi casa. Al día siguiente, o a los dos días (no recuerdo exactamente), fuimos a la Plaza del Pilar para mostrar nuestra repulsa frente al terrorismo de cualquier facción. No cabía un alfiler, quizás nadie hubiera notado nuestra ausencia si nos hubiéramos ido, pero había que estar ahí.
Aquellos días se me quedaron muy marcados y los sigo recordando muy cercanos. Lloré y temí. Ahora, cinco años después, este sigue siendo un día para llorar.
Pero hoy también es un día para seguir luchando, y para seguir luchando tenemos 191 motivos. Porque como aquel viernes todos nos echamos a la calle para protestar, ahora no debemos anestesiarnos ante la ausencia del terror para dejar de mostrar nuestro desprecio. Porque todos deben enterarse de que queremos un mundo en paz, un mundo donde la palabra de cada individuo decida, y no un arma cargada. Ha llegado el momento de que nosotros, los hombres y mujeres de a pie, la gente de bien, los obreros, los empresarios, los jóvenes, los viejos, todos nosotros, saltemos al unísono para tumbar la maldad de este mundo, para reclamar un mundo que de verdad nos pertenezca a quienes lo queremos, porque no deberían reírse de nosotros si soñamos con un planeta sin guerras, sin terrorismo, sin censura, sin opresión. Hoy es un día para recordar la injusticia más grande: la muerte no motivada, y ello debe darnos fuerza para invocar el espíritu de aquellos días y seguir gritando.
Y hoy, tristemente, es un día para avergonzarnos. Para avergonzarnos porque nuestra clase gobernante parece olvidarse de las víctimas y reducen los homenajes a meras ofrendas florares con unas cámaras de televisión delante. Para avergonzarnos porque ese pseudo homenaje, insuficiente pero no inexistente, no está exento de polémica porque el partido gobernante en España, el PSOE, ha impedido a los suyos que acudan al acto sólo porque han sido organizados por la Comunidad o el Ayuntamiento de Madrid, liderados por el PP. Señores políticos, las víctimas no entienden de partidos porque cualquier cosa vanal, ya sea política, deporte, religión, etc. es nada en comparación con una vida afectada o perdida. No hagan de la muerte inocente una baza electoral, no sean tan demagógos e hipócritas como para hace 5 años presidir una marcha de millones de personas en homenaje a las víctimas y ahora quedarse tranquilos en casa. No sean tan falsos, sobre todo señores del PSOE, como para después de haber cimentado su victoria electoral en 2004 en estos atentados, haber ahora olvidado a esas víctimas que tanto les importaban. No insulten nuestra inteligencia y, por favor, antepongan la cordura y la humanidad a toda estrategia política.
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