lunes, 10 de diciembre de 2007

Mi abuelo Paco

Estos días están siendo duros para la familia. Mi abuelo Paco Negro Láinez, de 92 años, lleva ingresado en el hospital ya casi un mes, cuando entró aquejado de una grave infección de orina. Ahora ya son varias las enfermedades que viene arrastrando como soriasis, piedra de riñón, próstata, etc. Sin embargo lo que más nos preocupa es que se niega a comer susurrando desde la cama donde está postrado "quiero descansar... quiero descansar". ¿Doble sentido?

No sé si mi abuelo Paco quiere dejarse morir. Son muchos años de sufrimiento, puesto que hace cinco estuvo al borde de la muerte. Desde aquella ocasión en la que estuvo en estado crítico y de la que logró, milagrosamente y con la intercesión de la Virgen del Pilar, recuperarse, mi abuelo ha ido perdiendo visión (hasta quedarse ciego), audición (hasta quedarse sordo) y fuerzas (hasta no poder apenas moverse).


No se si quiere gozar de la eternidad de la mano de mi abuela Generosa Marco, que nos abandonó inesperadamente el 6 de febrero de un maldito infarto, originando una gran pena en la familia. Lo cierto es que mi querido abuelo se merece descansar en paz porque ha llevado una vida feliz y plena.

Su vida, brevemente
Paco Negro Láinez nació en 1915 en Bello, municipio turolense a las orillas de la Laguna de Gallocanta. No se mucho de su infancia salvo que en el colegio no sacaba muy buenas notas. A los 14 años, más o menos, marchó a vivir a Daroca con su hermano y allí estudió en el colegio de los Escolapios mientras trabajaba de recaudador de impuestos. Mi abuelo comentaba divertido que más de una vez tuvo que salir llorando de alguna casa, bien porque le daba pena reclamar dinero a familias que no tenían ni un duro, o bien porque le amenazaban o le pegaban.
Ya no se nada más de su juventud hasta que llegara la Guerra Civil. Mi abuelo había podido tener contactos con sectores carlistas, aunque él no estaba interesado en la política.
Cuando se inició la guerra, creo que mi abuelo estaba haciendo la mili en Córdoba (lo que es seguro es que en Andalucía). Le tocó luchar los primeros días en el bando republicano, no por convicción sino por casualidad y miedo. Sin embargo, ¡olé sus huevos!, una noche abandonó desarmado el campamento cuando le tocaba una guardia. Huyó junto con más compañeros con desigual suerte. Cuando se enteraron de la fuga de los disidentes les dispararon y no sé si todos pudieron llegar al cuartelillo del Bando Nacional sanos y salvos.
Cuando llegaron al cuartel les dejaron entrar sin apenas preguntar una vez comprobaron que estaban desarmados. Pasaron unos meses y mi abuelo iba cada día al frente "cagao hasta la barbilla" como él reconoce. No le gustaba ni Franco ni la Falange y se negaba a cantar el Cara al Sol, aunque si que alzaba la mano. Un día fueron al cuartel donde estaba mi abuelo el general Mola y el propio Franco y a mi abuelo le llamaron la atención porque no se unía a la fiesta y miraba al generalísimo con apatía. Durante el primer año de la guerra mi abuelo encontró los principales apoyos en el sector carlista y se convenció de que él mismo iba a ser defensor de la Santa Tradición.
Cuando vió que la guerra duraba y duraba mi abuelo recurrió a la picardía y pidió estudiar para alférez, que no se bien que cargo es ese en el ejército. Lo que sí se es que gracias a eso le enviaron a Tánger a estudiar, lejos de la guerra más directa ya que en suelo Marroquí apenas una o dos veces tuvo que armarse el arma a la espalda.
Las palabras de mi abuelo a partir de aquí no las recuerdo con claridad. Creo que no terminó los estudios porque suspendía a idea para quedarse más tiempo aguardando el final de la Guerra Civil. Sin embargo al final volvió a la Península cuando aún no había terminado el horror, aunque no se si participó en alguna batalla más.
Nada más terminar la guerra mi abuelo viajó a Montejurra, símbolo carlista, y después regresó feliz a Bello. A los pocos meses conoció a una joven, seis años menor que él, en las fiestas de Torralba de los Sisones. Al tiempo se convertiría en mi abuela, Generosa Marco Del Carmen, y juntos tendrían 10 hijos, todos vivos todavía. Mi abuelo trabajó de secretario en varios municipios y después en una Cooperativa Agrícola junto con el padre de José Ángel Biel. De Bello luego se trasladó con toda la familia a Oliete y en los ochenta, una vez ambos jubilados, realizaron el éxodo rural y vinieron a Zaragoza a vivir. Sin embargo mi abuelo no dejaría nunca de trabajar porque hasta el año 2000 estuvo encargado de la fotocopiadora y de la Biblioteca de mi colegio: Cristo Rey.
Hoy mi abuelo encara la recta final de su vida. No sabemos que va a pasar, Dios quiera que pueda volver a casa, aunque si va a regresar vegetal mejor será que goce la eternidad y la gloria porque se lo merece. Pese a todo, pese a los dolores y las enfermedades, frente a la huelga de hambre que ha emprendido, parece que evoluciona favorablemente... en fin, en las manos de Dios estamos.

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