
Esta noche, 31 de octubre, miles de personas saldrán a la calle disfrazadas. Este "rito" proviene, como no, de Tontolandia, o sea, Estados Unidos, un país que ya no sabe qué hacer para sacar dinero. Un buen día a alguien se le ocurrió hacer de la noche de Todos los Santos, el día que se honra la memoria de nuestros muertos, una jornada de burla, susto y diversión chana.
Como no los empresarios comenzaron a extender esa idea a fín de que dicha noche se vendiesen caramelos, globos, máscaras, disfraces y pijerías de merchandising sólo para ese día. La gente mordió el anzuelo y el "rito" comercial se expandió por todo el mundo, sobretodo por los países más desarrollados del mundo y América.
Antiguamente el día de Todos los Santos nuestros antepasados acudían a los cementerios con flores que poner en la tumba de sus seres queridos. Era un día de recuerdo, un día de honrar la memoria de aquellos que han sido importantes para nosotros. Hoy, el día de Todos los Santos (o mejor dicho, la noche) se ha convertido en un carnaval tenebroso, una juerga siniestra en la que los góticos pueden caminar por la calle sin que se les mire extraño, en el que las personas se disfrazan de diablos, brujas, muertos vivientes y otras criaturas obscuras. Una noche en la que incluso algunos desalmados acuden a los cementerios a continuar su juerga, sobre el féretro de sus muertos.
Disculpen pero este "rito" me parece una broma atroz y cruel. Yo mañana me acordaré de mi abuelo Pepe, de mi abuela Generosa, de mi tía María, de la señora Adela, de la Pura, del padre de mi amiga Ángela y de mi locutor preferido Juan Antonio Cebrián.


Desencanto, impotencia, vergüenza, desilusión... miedo. Estos son los sentimientos que están aflorando en el corazón de los zaragocistas. Al igual que muchos me siento engañado. Engañado como Julius Caesar cuando Brutus le convocó a parlamento. Construimos un equipo soñado, ganador, magnífico, que maravillara en Europa y sorprendiera en la liga. Pero fuimos ilusos, construimos un sueño sobre un trozo de barro blandurrio. Lo peor que puede pasar ahora es que se instaure la indiferencia entre la afición, que no importe si el equipo gane o pierda, que, como se dice en mi pueblo, nos la traiga al pairo.



