Este último mes realmente está siendo bastante negro para mi, y ello me ha hecho pensar en la muerte. O mejor dicho, me ha hecho recordar la muerte, porque creo que alcancé la madurez cuando comencé a debatir con ella y terminé aceptándola.
La muerte para mi no es un suceso trágico, sino un adios amargo que casi nunca te da permiso para una despedida. En conciencia lamento la muerte de mis seres queridos en la medida en la que creo que si me hubieran dicho "tienes cinco minutos para despedirte" hubiera podido decirles todo lo que ya nunca me escucharán, y especialmente hubiera podido honrarles con un GRACIAS mayúsculo... que bonito sería que el día de mi muerte pudiera escuchar con sinceridad y gozo un "GRACIAS por lo que has supuesto en mi vida"...
La muerte es una sombra invisible que acecha constantemente, y no sabemos cuando nos sorprenderá. Cada minuto que pasamos en esta tierra es una victoria de la vida. Pero yo asumo que la grandeza de la existencia pasa por la decepción del final, aunque reconozco que no siempre soy capaz de aprovechar al máximo esos regalos en forma de latido constante.
Espero que Dios aun me aguarde un largo camino, pero quiero hacer desde este blog una reflexión por si algún día llegase prematuramente mi final. Mi vida es feliz y hermosa, otra cosa es que no siempre soy capaz de darme cuenta. Porque la existencia en sí es magnífica, ocurra lo que ocurra... de verdad. Y sobre todo hay un sentimiento que tengo y siempre he tenido, y es el de gratitud. Nadie jamás me ha lastimado de manera grave, a nadie guardo rencor, más bien al contrario, os aseguro que tengo una gratitud infinita por todas las personas que conozco. Y acompañando a esta actitud también ruego humildemente perdón por si a alguien le he herido. En conciencia yo creo que siempre he intentado ser una buena persona, no una persona perfecta, pero una persona buena.
Para ir terminando, una exigencia para el día de mi adios: ¡no quiero ver ni una lágrima de dolor! Siempre he sido una persona que ha intentado llevar la sonrisa con orgullo en mi cara. La alegría alegría genera, el llanto solo más llanto ¿y acaso no es hermosa la risa? Desgraciadamente en mi propia familia veo a menudo demasiado dolor, demasiada amargura, demasiada lágrima. Por ello en mi funeral yo querría que se riera, que la gente pudiera divertirse, que fuese un punto de encuentro de familiares y amigos que se saludasen con cariño y pudieran todos juntos, con una sonrisa en los labios, lanzarme un último adios.
Una última cosa, hoy en el funeral por Juan Antonio Samaranch ha sonado una de mis canciones preferidas, y le ha dado un carácter especial al sepelio. Yo también quiero música en mi funeral, y os dejo aquí algunas canciones que me gustaría escuchar desde el cielo.
Amigos para siempre, obligatoria
Somewhere over the rainbow, una canción muy tierna, una puerta al sueño
Hoy te toca ser feliz, un lema en mi vida
Y otra con la que me caracterizo, y quizás la más importante: Mira siempre el lado bueno de la vida