¡¡Hola hermanos granotas!!
Soy un zaragocista más, uno de tantos, uno de los miles que nos desplazamos el año pasado al Ciutat de València. Y abro este post porque se cumple un año de esa efeméride, de esa jornada maravillosa que, al menos yo, viví en tierras levantinas y levantinistas.
Soy amigo de levantinistas, levantinistas que viven en Zaragoza y levantinistas que viven repartidos por España. Y por ellos yo ya tenía simpatía al Levante UD, pero desde cómo nos recibisteis el año pasado, esta temporada me he alegrado mucho por cada una de vuestras gestas.
Cuando el Real Zaragoza ganó la temporada pasada 1-0 al Espanyol y sabía que llegábamos dependiendo de nosotros mismos al partido contra el Levante, no me pensé ni un segundo que no pudiera estar ahí. No conocía el Ciutat y no había visto a mi Real Zaragoza nunca fuera de casa. Pero el viaje fue mágico.
A las 8 de la mañana salían los buses de la capital aragonesa y se vivía ya en las calles y dentro de los autobuses una fiesta total. Llegamos a Valencia, peregrinamos por sus largas avenidas, y vestidos de azul y blanco y enarbolando banderas de nuestro equipo y de nuestra tierra, mirara donde mirara sólo veía rostros que nos sonreían y que nos daban ánimos. Y fue acercándose la hora del partido. No me moví de los alrededores del estadio, y me refresqué en el parque y en el centro comercial. Por ahí comí y junto a mis amigos guardamos vela esperando la resurrección de un equipo que se nos moría.
Pero la apoteosis llegó a poco más de una hora del inicio del partido. Empezasteis a aterrizar los levantinistas, erais muchos y orgullosos, habíais firmado una temporada histórica, podiais haberos burlado de nosotros, de nuestras desgracias, como hacen en otros campos, pero nos abrazasteis. Juntos recibimos a los dos autobuses, tanto del Levante como del Real Zaragoza. Juntos coreamos "Levante, Levante" y os unisteis en las canciones de ánimo a nuestro equipo. Ese día era la fiesta del fútbol, y como amantes del fútbol no queríais ver llorar a una afición tan numerosa en vuestro estadio. Y por eso, por un día, no os importaba que perdiera vuestro equipo si podíais compartir vuestra sonrisa con otro.
Con todo este recuerdo lo que quiero es agradecer ese momento. ¡Y lo que es la vida! El destino, o la diosa del fútbol, ha querido repetir este año esas sensaciones, ese peregrinar y ese hermanamiento. Esta vez nos vamos a Getafe, y espero que se nos trate ahí la mitad de bien que se nos trató en Valencia. Pero sobre todo deseo que el final sea tan feliz como aquel último partido Levante-Real Zaragoza de la temporada 2011-2012.
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