El pasado domingo 28 de octubre tuvo lugar en el Vaticano la beatificación más numerosa de la historia. En total 498 mártires por la fe. Una persona es considerada martir cuando muere voluntariamente por la fe en Cristo y muere perdonando a su asesino. Estos 498 mártires fueron muertos en España entre 1934 y 1937 cuando en nuestro país imperaba un sentimiento anticlerical propiciado desde la II República y sus aliados y durante el estallido de la cruenta Guerra Civil. Murieron en España pero no todos eran españoles. También había entre ellos cubanos, mexicanos y franceses.
Este acto significativo tiene lugar justo en medio de la polémica creada por la tontería de la Ley de Memoria Histórica. Si, ya saben, esa ley que honra la memoria de los perdedores de la Guerra Civil y humilla o ignora a los que vencieron. Es una pena que esta histórica celebración apenas tuviera repercusión en los medios y se pasara la noticia de puntillas.
El domingo fueron beatificados párrocos, monaguillos, obispos, seminaristas, monjas y multitud de religiosos y religiosas pertenecientes
a conventos devorados por las llamas asesinas de los republicanos. Junto a estos también han sido beatificados laicos fieles a la Iglesia que murieron mártires como Cristo, el primer mártir. Todos ellos murieron por una razón, por ser seguidores de algo superior al hombre, por creer en una vida más allá de la física, una vida espiritual, una vida eterna.
Que esta celebración sirva para concienciar a quienes quieren revivir una guerra del pasado. La crispación no lleva sino a más crispación, a dolor y a muerte. No escupamos sobre la memoria de los miles de muertos de uno y otro bando que lucharon por llevar a España a una situación diferente, porque tanto unos como otros lo han conseguido, España no es la misma. España será lo que los españoles quieran y dicten a través de las urnas. La democracia es garante de paz y quienes se oponen son quienes saben que sus ideas no van a tener respaldo popular y actúan de forma dictatorial.
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