Hace ya más de 20 días que regresé a Zaragoza, a mi ciudad, a mi casa. Atrás dejo cinco meses de Erasmus con nostalgias agridulces. Sinceramente creo que podía haberlo aprovechado aún mejor, pero el tiempo es un asesino silencioso y sigiloso que te amodorra y cuando quieres despertarte tu futuro es el pasado y el presente es confuso (qué poético me ha quedado, jeje).
Si en algo le pongo un pero es en el plano académico. Agradeciendo ante todo a Facultés Universitaires Saint Louis su trato cercano y amable, creo que esa manera de enseñanza en Bruselas me supuso un conflicto. La FUSL es una Universidad de las clásicas, con clases para 100 alumnos y profesores que solo llegan, sueltan la charla y se van. Pero hay dos cuestiones que me supusieron un serio revés, la primera es que en Bélgica no pude estudiar nada relacionado con mi carrera, así que académicamente lo considero que han sido 5 meses algo inútiles. Así mismo me llevé una desagradable sorpresa al comprobar que los exámenes eran todos orales salvo uno. En España nunca había hecho un examen oral y no estaba preparado para ello. Te sientas en una mesa delante del profesor y empieza a soltar una retahila de preguntas en idioma extranjero que tienes que interpretar y responder en el momento, sin tiempo para pensar o rectificar. No obstante las calificaciones han sido positivas: dos sobresalientes en Francés y en Introduction to the Culture of the English-Speaking World, dos aprobados en Ethics & Economy y en Social Anthropology of Law and Culture, un suspenso en Socio Anthropologie du Symbolique y un no presentado en Introduction to the Law and EU Institutions.
Otra nota desagradable ha sido comprobar que Bruselas, la capital de Europa, es una ciudad muy por debajo de cualquier ciudad española en mi humilde opinión. A parte de que el clima la hace una ciudad más fea de lo que probablemente es, ya que ahí casi nunca he visto el sol, sus calles son sucias, sus gentes extrañas y son pocos los bonitos monumentos que pueden embellecer la ciudad. La conciencia y la mentalidad de algunos de sus habitantes me ha resultado incluso vomitiva por momentos, y tamaña multiculturalidad la hace una ciudad demasiado heterogénea para mi gusto, sin una identidad propia. No existe una Bruselas, sino que cada calle, cada persona, es de su madre y de su padre.
Ahora me voy a centrar en otros aspectos mucho más positivos.
Si bien académicamente he dicho que ha sido una experiencia más bien frustrante, ello no quita para que pueda haber adquirido elementos importantes para mi futuro. A parte de mejorar mucho mi nivel de inglés y de francés, he aprendido a ser independiente, a no tener miedo a socializarme en un país extranjero, a saber desenvolverme en lo ignoto. También he podido viajar, conocer mundo, conocer sitios maravillosos.
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