En ocasiones la fe se sube en un vagón de montaña rusa que va sufriendo vaivenes. Es un juego de sube y baja inconsciente que poco a poco va mermando el espíritu hasta que se diluye en medio de una vorágine consumista, humanista y gamberra.
Esta tarde me estoy dando cuenta de mi alejamiento de Dios. Cuando llegué de la Pascua vine lleno de gozo, con experiencias de amor muy fuertes y con una ilusión de trasmitir ese sentimiento a los míos y configurar en Zaragoza un grupo estable de jóvenes del Verbum Dei junto a otros amigos.Ese proyecto siguió en mí presente y dió y está dando sus frutos, aunque aún está construyéndose el embrión. Sin embargo paralelo a eso volví a dejar de ir a misa todos los domingos, volví a defraudar a mis seres queridos e incluso volví a tener peleas o enfados con ellos. También volví a salir por ahí los fines de semana y a recurrir a líquidos para pasármelo bien (tampoco muy frecuente, a ver si voy a crearme imagen de borrachín).
Pero en agosto la fe volvió a inundar mi alma con el campamento y el Encuentro de Familias que disfruté en Siete Aguas (Valencia). Ese fue un momento muy especial para mí. Pero desde entonces han pasado las fiestas de mi pueblo, El Villar de los Navarros, y las fiestas de mi ciudad, Zaragoza; he vuelto a la Universidad y a salir algún fin de semana... y ese espíritu veo que se ha ido diluyendo. Ahora, por suerte, la preparación de la convivencia de jóvenes del Verbum Dei en Zaragoza me ha hecho reaccionar y darme cuenta de que, sin querer, me he dejado llevar. Es lo que tienen los vaivenes de la vida, los vaivenes de la fe, que te arrastran mar adentro sin percatarte.
Esta tarde me estoy dando cuenta de mi alejamiento de Dios. Cuando llegué de la Pascua vine lleno de gozo, con experiencias de amor muy fuertes y con una ilusión de trasmitir ese sentimiento a los míos y configurar en Zaragoza un grupo estable de jóvenes del Verbum Dei junto a otros amigos.Ese proyecto siguió en mí presente y dió y está dando sus frutos, aunque aún está construyéndose el embrión. Sin embargo paralelo a eso volví a dejar de ir a misa todos los domingos, volví a defraudar a mis seres queridos e incluso volví a tener peleas o enfados con ellos. También volví a salir por ahí los fines de semana y a recurrir a líquidos para pasármelo bien (tampoco muy frecuente, a ver si voy a crearme imagen de borrachín).
Pero en agosto la fe volvió a inundar mi alma con el campamento y el Encuentro de Familias que disfruté en Siete Aguas (Valencia). Ese fue un momento muy especial para mí. Pero desde entonces han pasado las fiestas de mi pueblo, El Villar de los Navarros, y las fiestas de mi ciudad, Zaragoza; he vuelto a la Universidad y a salir algún fin de semana... y ese espíritu veo que se ha ido diluyendo. Ahora, por suerte, la preparación de la convivencia de jóvenes del Verbum Dei en Zaragoza me ha hecho reaccionar y darme cuenta de que, sin querer, me he dejado llevar. Es lo que tienen los vaivenes de la vida, los vaivenes de la fe, que te arrastran mar adentro sin percatarte.
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