Estoy tan, tan hundido con la derrota de este domingo 0-3 ante el Betis en una Romareda abarrotada que no me salen más que insultos y sollozos si pretendo hablar de esto. Esta temporada volqué mi corazón con este equipo que pensaba que nos iba a traer gloria y prestigio. Sin embargo sólo nos ha conducido a un túnel de vergüenza, frustración, humillación e impotencia. Y señores, ahora mismo estamos en Segunda y, salvo milagro, ¡nos vamos a Segunda!. Dios quiera que el Real Zaragoza saque la garra y luche a vida o muerte los siete partidos que le quedan. Pero si repasamos que de los últimos 7 partidos sólo ha conseguido 4 puntos la situación es francamente peligrosa. Un milagro, por favor, un milagro...
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Dejo un artículo de Ignacio Martín de Diario Equipo hablando del milagro:
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Debo confesar en primer término que yo era de los que pensaba que este Zaragoza tenía nulas posibilidades de bajar a Segunda División. Consciente incluso de todos sus líos, de la irresponsabilidad generalizada que se movía en el club, de sus miserias –las del vestuario y las de los despachos–, lo veía estancado en la zona media y salvando la campaña de forma desquiciante, aburrida. El primer atisbo de miedo y realidad lo encontré en el último partido de Irureta como entrenador zaragocista, en aquella esperpéntica tarde en el Ciudad de Valencia donde el peor equipo de Primera destapó las mentiras del Zaragoza y aterrorizó a Irureta, que salió corriendo. Fue una buena noticia, ya convencido de que con el vasco no nos salvábamos ni de milagro. Llegó Villanova y volví a creer. Duró poco, dos partidos. El día del Almería dudé, en Valladolid me asusté y ante el Betis me convencí: sólo nos salva un milagro. Y en eso estamos ahora.
Si con Irureta no nos salvábamos ni de milagro, ahora sólo nos salva un milagro. Las razones son muchas, muchísimas. A cualquiera que viera el partido del domingo ante el Betis no hace falta explicarle nada, lo vio todo. El equipo está muerto. No es que no corra, es que no anda; no es no quiera, es que no puede; no es que no vaya, es que no sabe; no es que no piense, es que no siente. Hay muchos jugadores en precaria situación física, otros cuantos atenazados por la realidad, y algunos más se borraron hace tiempo. Tanto es así que este Zaragoza es incapaz de poner un mínimo de sensatez al fútbol. De pasión, garra o corazón ni hablamos, ni se espera. En España tampoco se lo creían, pero ahora ya hay muchos, mayoría, que dicen que el Zaragoza huele a cadáver. No hay mejor indicio: cuando los demás te ven muerto es que vas camino del ataúd. Ya sólo te salva un milagro.
Si con Irureta no nos salvábamos ni de milagro, ahora sólo nos salva un milagro. Las razones son muchas, muchísimas. A cualquiera que viera el partido del domingo ante el Betis no hace falta explicarle nada, lo vio todo. El equipo está muerto. No es que no corra, es que no anda; no es no quiera, es que no puede; no es que no vaya, es que no sabe; no es que no piense, es que no siente. Hay muchos jugadores en precaria situación física, otros cuantos atenazados por la realidad, y algunos más se borraron hace tiempo. Tanto es así que este Zaragoza es incapaz de poner un mínimo de sensatez al fútbol. De pasión, garra o corazón ni hablamos, ni se espera. En España tampoco se lo creían, pero ahora ya hay muchos, mayoría, que dicen que el Zaragoza huele a cadáver. No hay mejor indicio: cuando los demás te ven muerto es que vas camino del ataúd. Ya sólo te salva un milagro.
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