Han pasado ya casi 48 horas y sigo con una sonrisa dibujada en el rostro. Esta sensación que te da el fútbol de sentirte partícipe del éxito (y de la derrota) es una bendición y una maldición. Después de tantos y tantos años (pese a mi juventud), intentando curarme de "La Roja", llegué a creer que había superado la maldición y este año la derrota no iba a hacerme daño. Pero para dejarme mal "La Roja" campeonó. Pero ya desde cuartos de final decidí quitarme las vendas, quitarme los sueros, quitarme las muletas, y tirarme al vacío con la selección. Estaba eufórico.Y la Selección no me decepcionó. Ganó. Y ganó jugando como los ángeles, sin encajar un gol y mostrando una unidad y una amistad envidiable. El día de la final tal era mi confianza en la roja que salí a la calle con la única camiseta roja que tenía y le puse en letras grandes: "CAMPEONES Eurocopa Austria-Suiza"
Pero de este éxito quiero recalcar dos figuras: el grupo y Luis Aragonés. El grupo porque tiene una asombrosa calidad técnica y humanda. Y Luis Aragonés porque es el que lo ha conducido. El que ha mantenido su idea de fútbol total, quien no se ha plegado ante las furiosas críticas de periodistas madridistas, quien ha hecho a España, a sus 70 años, Campeona de Europa por segunda vez en su historia.
